sábado, 27 de noviembre de 2010

Ernest Borgnine

Actor de carácter, grande como su propio tórax, y mentón partido,  dio a conocer su característica sonrisa de paletas separadas  a principio de los cincuenta haciendo de secundario, hasta que llegó el bombazo del oscar a mejor actor principal, cuatro años después de debutar. Con Marty (1955) recogió dicho reconocimiento, bien merecido por otra parte, al dar vida al drama de un carnicero soltero, todavía no emancipado y que se enamora de una profesora, en una historia de singles que buscan una vida propia, compartida con otra persona, pero lejos del hogar paternal.
Así, el orondo y socarrón de Ernest inició su etapa dorada, con papeles importantes en las mejores superproducciones del momento. Fue nada menos que Ragnar, líder normando y padre de un engreído Kirk Douglas  en Los vikingos (1958) y se hizo el sueco ante las artimañas de Lee Marvin y sus "Doce Sucios" en el film bélico Doce del patíbulo (1967) interpretando al General Worden. Dos años después, Peckimpah le reclutó para formar parte de Grupo Salvaje (1969), una banda de ladrones de bancos en la que Borgnine permanecía fiel a su amigo William Holden, correspondiendo a un personal código de moral en el que la amistad era su principal valor, indispensable para sobrevivir a un Oeste moderno en el que los nuevos tiempos habían traído el coche y la ametralladora, sin dejar espacio para unos viejos salteadores a caballo y  revólver en el cincho.
Después de Grupo Salvaje, continuó acudiendo a las llamadas de quienes más le requerían, los directores Robert Aldrich y Richard Fleischer, hasta llegar a los fatídicos ochenta y noventa, periodo de oscuridad para su carrera, en el que se dejó llevar por producciones de dudosa calidad, como la comedia italiana de Terence Hill El Superpoderoso (1980) o la película bélica Comando Patos Salvajes (1984).
Aunque no paró de trabajar, y hoy en día continúa en activo a sus 93 años, la figura de Ernest Borgnine pasó a un segundo plano, quedando prácticamente en el olvido para público y directores, hasta que Sean Penn lo rescató en el experimental film 11'09''01 (2002), un compendio de cortometrajes cuya temática gira en torno a los atentados del 11 de Septiembre, realizados por conocidos directores, como Glez. Iñárritu, Loach y el propio Penn, en el que destaca su labor con la historia de un anciano, Borgnine, vecino de las torres gemelas y que padece la soledad de la viudez en un oscuro apartamento. No os cuento más, son apenas diez minutos y aquí os lo dejo, un digno broche para su extensa filmografía.

               

viernes, 19 de noviembre de 2010

Indiana Jones

Me gustaría hablar en esta entrada de, quizás, el culpable de que muchos hicieramos la carrera de historia y ahora estemos en el paro, casi tanto como el amigo Zapatero o el "sistema económico mundial" que nos han traído esta crisis tan rica. ¡Cuántos pensaríamos de niños que la historia era tan sólo batallitas entre reyes medievales o el desembarco de Normandía, y la arqueología la búsqueda de tesoros mientras te persiguen por la selva hordas de indígenas que sólo piensan en cocinarte en una olla!.
Bromas aparte, tengo claro que me encanta mi carrera y, si pudiera, la volvería a hacer, el doctor Jones supuso el héroe por excelencia de miles de niños en los 80 y 90. Los artífices, Lucas y Spielberg, crearon a un arqueólogo que más que dar clases buscaba ídolos mayas, reliquias cristianas, viajaba a los lugares más remotos y exóticos tropezando con mil desafíos y, además, le sobraba tiempo para ligar. Con su clásico traje de faena, cazadora de cuero, fedora, pistola y látigo, y en el rostro media sonrisa y barba de tres días, no necesitaba más para despachar a cuantos nazis se le pusieran por delante.
En su primera aventura, En busca del arca perdida (1981), huía de una roca gigante en la selva, se enfrentaba por primera vez a los nazis y a sus odiadas serpientes, siempre acompañado por su amor platónico, Marion. En las dos películas siguientes, El templo maldito (1984) y La última cruzada (1989), Indiana se confirmaba como el héroe juvenil, manteniendo el respeto al género de aventuras, con nuevos compinches que daban un mayor toque de humor a la saga, como el niño chino Tapón y el padre de Indy, Sean Connery, pasando a ser una trilogía ya clásica.
De esta manera, se convirtió en todo un fenómeno de la historia del cine similar a Stars Wars, con miles de fans por todo el mundo, que pedían enloquecidos una cuarta entrega de su arqueólogo favorito. Ésta llegó, posiblemente, algo tarde. En 2008, Indiana volvió a coger el látigo en El reino de la calavera de cristal, ya entradito en años y con canas, en una historia aderezada por mitos como El Dorado, comunistas en vez de nazis y extraterrestres, una mezcla que no gustó a casi nadie. En mi opinión, el problema era que la mayoría de los fans ya no eran los niños que descubrieron maravillados al doctor Jones y mitificaron la trilogía, pasando por alto la poca verosimilitud que contenía, y ya con ojos de adulto, no perdonaron a la última precisamente esto. O quizás no, y la cuarta era bastante mala. En cualquier caso, me apunto a los rezos de Harrison Ford para que hagan una última más. ¡Por la aventura y por Indiana Jones!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Bandas Sonoras: El Álamo

En 1960, John Wayne se lanzó al barro y dirigió su primer largometraje tomando como punto de partida la historia (mitificada desde el mismo momento en que ocurrieron los hechos) de un grupo de tejanos que, atrapados en una vieja misión española, El Álamo, lucharon contra el ejército mejicano en la Guerra de Independencia de Tejas, alcanzada ésta en 1836. Claro, lo consiguieron con la ayuda del ejército de Estados Unidos. El verdadero trasfondo era la anexión del territorio, pero como había que ocultar las ansias expansionistas estadounidenses de cara al panorama internacional, no fue hasta nueve años después cuando se produjo la misma.
El film de John Wayne, del que se dice que John Ford estaba tan maravillado que acudía con frecuencia al rodaje, e incluso rogaba a Wayne rodar algunas escenas, desprende un aura de romanticismo gracias al tratamiento heroico de los personajes, que combaten sin rendirse hasta el final, a la exageración del número de hombres enfrentados (cifras en las que aún hoy los historiadores no se ponen de acuerdo) y a otros aspectos de carácter más cinematográficos que contribuyen a elevar el grado de épica del film, como es el caso de la banda sonora .
La música, creada por el compositor Dimitri Tiomkin, autor de otras importantes partituras como Crimen Perfecto (1954), Gigante (1956) o 55 días en Pekín (1963), se acoplaba perfectamente al carácter legendario que le imprimió Wayne, y en ella destacan temas como Degüello, que anteriormente utilizó en la película Río Bravo (1959). Éste, inspirado en el toque a degüello utilizado por el ejército mejicano en la contienda, que  tomaron tiempo atrás de las tropas españolas, era un aviso a sus enemigos, en este caso  los defensores del Álamo,  para los que no habría cuartel y  no les esperaba otra cosa mas que la muerte. Otro tema interesante sería el compuesto para la batalla final de la película y, aunque sea mucho decir después de cincuenta años, quizás una de las batallas mejor rodadas que he visto, me refiero al tema épico The Battle of The Alamo. Por último, quería citar también el tema con el que cierra el film, The Alamo Final, con un excepcional coro masculino al que se le une más tarde otro femenino y, sobre todo, la pieza más conocida, The Green Leaves of Summer, una composición de abundante lirismo con la que se abren los títulos de crédito y que, como anécdota, Quentin Tarantino incluyó en una de las secuencias iniciales de su última película Malditos Bastardos (2009).
Aquí os dejo ambas versiones.

The Green Leaves of Summer, original de Dimitri Tiomkin para "El Álamo".




The Green Leaves of Summer, versión para la película "Inglorius Basterds".

sábado, 13 de noviembre de 2010

Max von Sydow

Max Von Sydow (dcha.) en Pelle el conquistador
La primera vez que el público, eso sí, poco numeroso y elitista, conoció al actor sueco Max von Sydow, fue cuando su compatriota Ingmar Bergman le hizo jugar una partida de ajedrez contra la muerte en El Séptimo Sello (1957). La industria americana pronto se fijó en ese actor alto, rubio, de rasgos marcados y enorme bozo, lo que le haría  firmar un contrato para interpretar al mítico Padre Merrin, en la menos filosófica y más trivial El Exorcista (1973). Tras luchar por sacar al diablo del cuerpo de Linda Blair, llamaron a su puerta proyectos de todo tipo. Los más relevantes fueron algunos como los que le llevaron a tumbarse en el diván de Woody Allen en la comedia  Hannah y sus hermanas (1986), donde interpretaba a un pintor intelectual, pedante y antisocial que mantenía una relación con una de las hermanas de Hannah, o sumergirse en el incomprensible y marciano mundo de David Lynch en Dune (1984).
Con el paso de los años, sus papeles fueron dirigiéndose a otros más acordes a su edad, compatibles a un rostro que iba tallando cada vez más arrugas, y así surgió  la bella historia de Lasse en Pelle el Conquistador (1987), un pobre hombre, viudo,  que, junto a su pequeño hijo Pelle, lucha por salir adelante, encontrar una mejor vida y mantener la ilusión de buscar un buen lugar, a pesar de los duros obstáculos con los que se encuentran en una Dinamarca de finales del XIX falta de oportunidades y sobrada de gentes.
Después de Pelle, a la que me atrevería a considerar la cota más alta de su carrera desde un punto de vista cualitativo, y eligiendo de entre las más de cien películas en las que ha participado, podríamos señalar su colaboración con Spielberg en Minority Report (2002), en la que interpreta al doctor Burgess, superior de Tom Cruise en la empresa Precrime o la serie Los Tudor (3º Temporada) con un Cardenal von Waldburg que arremete contra la poca religiosidad de Enrique VIII. 
Su última película ha sido Shutter Island (2010) de Martin Scorsese que, junto a Aritmética Emocional (2007) en la que completa un reparto magnífico con Christopher Plummer, Susan Sarandon y Gabriel Byrne, son las que me apunto en la agenda para seguir disfrutando y apurar los últimos destellos de este actorazo sueco ya octogenario.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Lawrence de Arabia

Una minúscula silueta, delatada por una nube de polvo,  se acerca lentamente desde el horizonte tomando la forma de un árabe a camello, de nombre Sherif Ali, líder de la tribu de los howeitat. Hasta que no lo tenemos casi en primer plano no reconocemos quién es. Pero no hay duda, se trata del gran Omar Sharif.

Esta es una de muchas escenas magistrales que tiene la película, podría haber elegido otras, pero esta es la primera que me hipnotizó. Con ella David Lean nos sumerge (con la ayuda imprescindible de la música de Maurice Jarré) en un hechizo desértico cuya inmensidad solo es comparable a la propia personalidad que nos quiere mostrar, la de uno de esos hombres únicos que surgen muy de vez en cuando: T.E. Lawrence.

Soldado, diplomático, filósofo, aventurero... Lawrence abandona las comodidades del hogar y la campiña inglesa por  la jaima, las dunas y el sol de Arabia, en una misión encargada por sus superiores: tomar contacto con el Príncipe Faisal y organizarse contra el ejército turco, y así  equilibrar la balanza en la Gran Guerra. Sin embargo, cuando lo consigue, en un acto de amor y locura por un lugar en el que encuentra  su propia paz interior, promete a los árabes algo imposible, incluso para él: la libertad.

El sufrimiento de su conciencia, agobiada por dicha promesa, dada a un pueblo unido sólo por la ilusión en torno a las consecuencias que se darían en caso de cumplirse, a sabiendas de que el gobierno británico jamás permitiría una Arabia libre, sí de los turcos, pero no de ellos, of course, se refleja en los ojos inquietos de Peter O'Toole. Acentuados por la soledad del desierto, serían los únicos capaces de revelar la grandeza interior de un prohombre que en palabras de Churchill "Fue uno de esos seres cuyo paso por la vida fue más rápido y más intenso que de ordinario." "...pudo haber realizado el sueño juvenil de Bonaparte de conquistar el Oriente; pudo haber llegado a Constantinopla... Pero el viento tempestuoso cesó...Tocaron las campanas del Armisticio...".
En fin, otro día hablamos de la banda sonora, que también se las trae.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La Caza de Brujas

A mediados de la década de los cuarenta, y sobretodo en los cincuenta, en plena Guerra Fría, se dio un proceso sistemático de depuración de cualquier persona sospechosa de ser comunista, progresista o, simplemente, crítica con la política del gobierno. Así, en el país de las oportunidades y la estatua de la libertad, se implantó, de la mano del senador republicano Joseph McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC), presidido por John Parnell Thomas, una censura en toda regla que mutilaba películas y, como mínimo, humillaba públicamente, privaba de empleo o encarcelaba a aquellos actores, directores y guionistas que fueran incluidos en las famosas listas negras. 
Entre los acusados por el dedo del macarthismo destacan los "Diez de Hollywood", como el director Edward Dmytryk (El baile de los malditos, El motín del Caine...) o el guionista Dalton Trumbo (Espartaco, Vacaciones en Roma...) a quienes las productoras RKO y MGM dieron la espalda por temor a la Comisión, y fueron encarcelados. Hubo otros casos como el de Charles Chaplin o el director Jules Dassin. El primero, acusado de pertenecer al Partido Comunista, fue expulsado del país junto con su familia, exiliándose en Suiza, y Dassin, también imputado por difundir ideas ajenas a las esencias de América, hubo de buscar asilo en Francia. 
Se dieron una serie de tristes delaciones, la mayoría impulsadas por las productoras, que no querían desprenderse del personal con más talento, por lo que obligaron a muchos a traicionarse. Es el caso del actor Sterling Hayden, y los directores Elia Kazan o Robert Rossen, acusados de llevar a cabo actividades subversivas, y quienes dieron nombres para así no perder sus puestos de trabajo.
También es cierto que los acusados recibieron grandes muestras de solidaridad por parte de otros compañeros, organizados en el Comité de la Primera Enmienda, del que formaban parte destacados artistas como Katharine Hepburn, Kirk Douglas, John Ford o Humphrey Bogart.
Esta caza inquisitorial, que desvió el arte de su cauce natural, llevando incluso a la industria a realizar películas propagandísticas de marcado caracter anticomunista, comenzó a decaer cuando, en 1954, McCarthy intentó llevarla a cabo dentro del ejército estadounidense. Fue entonces cuando le pararon los pies, y en el senado presentaron una moción de censura contra él. De esta manera, el Comité de Actividades Antiamericanas perdió su principal apoyo político y su capacidad de actuación, librando así a Hollywood de la censura.
Miembros del HUAC, entre ellos Richard Nixon, a la dcha.

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