Esta es la segunda incursión que realizo en la singular y, muchas veces, estrafalaria filmografía de Werner Herzog, un director que, ni mucho menos, se encuentra entre mis favoritos pero, para bien o para mal, tiene una gran capacidad para sugestionarme y no dejarme indiferente, y por ello le admiro.
La primera entrada fue sobre el documental Grizzly Man, la historia de Timothy Treadwell, aquel chiflado que amaba tanto a los osos grizzlies que, junto con su novia, murió devorado por uno de ellos. Esta vez, Herzog se apoya en el subgénero conocido como falso documental, para contar la historia de un alienígena (Brad Dourif, conocido por sus papeles de Lengua de Serpiente en El señor de los anillos y Doc Cochran en la serie Deadwood) que denuncia desde la Tierra cómo su planeta de la galaxia Andrómeda ha desaparecido y los de su especie intentaron sin éxito colonizar la Tierra. Además, critica como los hombres están cayendo en los mismos errores que los de su especie y cómo intentan, en vano, buscar una alternativa a un planeta exhausto por la sobreexplotación humana.
Lo realmente interesante del film se encuentra en el uso de imágenes de hechos reales en una historia ficticia y fantástica, cambiando por completo su significado, logrando escenas verdaderamente subyugantes que hipnotizan por la música que emplea y la belleza de las mismas, como las de los astronautas en el espacio o las escenas de los buceadores bajo esa onírica atmósfera acuática. El único pero radica en que, por momentos, abusa de este recurso, consciente de su validez y calidad, cayendo en la reiteración.
Por lo demás una película que, a los que les gusten las salidas de tono del amigo Herzog, no decepcionará, e incluye un par de gags marca de la casa.
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