O la silueta difusa
El problema del biopic es que, casi por definición, aspira a contar la historia definitiva de un individuo, y corre el riesgo de pecar de un excesivo distanciamiento con ese personaje público que pertenece al imaginario colectivo, en pos de una mayor aproximación hacia su ámbito privado, y generalmente, más desonocido. También ocurre, al contrario, que el mero reflejo de la leyenda termina pareciendo insustancial, aunque es cierto que otras muchas veces funciona. Dar con la tecla en este género es bastante complicado. A Gervasi no se le puede negar el modesto intento de mantener la armonía entre dichos espacios. Es comprensible querer mostrar a una figura de semejante magnitud valorando en su justa medida ambas esferas. Otra cosa es que se consiga.
Esa obsesión por el equilibrio puede observarse en diferentes películas con distinto resultado. Por nombrar dos ejemplos opuestos, el Lincoln de Spielberg - aunque definitivamente con unas pretensiones absolutas de las que Hitchcock carece - aborda la vertiente familiar del "gran hombre" y su proyección pública, quedando ambas incompletas - la primera por superficial y la segunda por santurrona - y resultando, en conjunto, trivial por su simplismo. Cabría nombrar como antítesis la fantástica aproximación a la figura de Charlie Parker que se nos ofrece en Bird (Clint Eastwood, 1988), donde el director californiano se adentra con minuciosidad dentro del infierno existencial de la persona sin dejar de mostrarnos al músico en toda su grandeza. En Hitchcock nos encontramos, al mismo tiempo, con una mirada de respeto hacia el personaje y cierta falta de coraje a la hora de lanzarse al vacío con el retrato puramente humano.
La consabida fama de Alfred Hitchcock, su tiranía en el set de rodaje y su inconfundible fanfarronería y arrogancia funcionan bien en el arranque del filme, incluso parece aguantar el tipo cuando comienza a alternarse con esa otra visión más íntima. Sin embargo, llega un momento en el que van desapareciendo los alicientes y la historia parece dilatarse a base de estímulos insulsos y un tanto inocentes.
La cinta logra una atractiva comunión con el público precisamente en su vertiente, a priori, menos sustanciosa o más manida - el Hitchcock cineasta y el rodaje de la archiconocida Psicosis - y naufraga en su intento de mostrar la cara más personal del genio británico. En consecuencia, y a pesar de ser un entretenimiento simpático, Hitchcock sabe a poco por los tropiezos que se generan en la exposición del terreno afectivo, a ratos fundamental para un mero tratamiento superficial y a ratos intrascendente para concederle tanta importancia en la trama.
Set de rodaje de Psicosis en Hitchcock |
El filme tiene un tono muy del Hitchcock de aquella última época, mantiene esa atmósfera descafeinada de película de sobremesa y logra meterte con acierto en el mundo que rodea al genio inglés en esa etapa.
Sobra decir que la gran interpretación de Anthony Hopkins es inapreciable en su versión doblada, pues el 80% de su trabajo se sostiene en la imitación del inconfundible acento del director londinense. De su apariencia ya se encarga esa esperpéntica transformación que funciona sólo de perfil y que fracasa estrepitosamente en sus esfuerzos por hacer desaparecer la insondable mirada del actor galés. A todo se acostumbra uno, pero la sensación de que el orondo realizador se ha tragado a Hopkins dejando como única prueba sus dos faros delanteros nunca desaparece. Helen Mirren - que vuelve a estar fantástica - no es Alma Reville pero uno se habitúa a verla a ella, eso lo aceptamos. La exuberante Scarlett Johansson no puede ofrecer la sencillez de Janet Leigh aunque se esfuerce, pero se consiente. Es parte del truco del celuloide y lo sabemos. No todo van a ser Gandhis y Benkingsleys.
En definitiva, Hitchcock no es el relato con mayúsculas que los incondicionales podrían estar esperando, pero es un relato microhistórico rodado con cierta admiración y acertadamente sonorizado por Danny Elfman, donde hallaremos refugio en aquel descomunal director que ya conocíamos y un desamparo desconcertante en ese Alfred Joseph Hitchcock que nos es más extraño.
Anthony Hopkins es Alfred Hitchcock |
Helen Mirren es Alma Reville |
Scarlett Johansson es Janet Leigh |
Las poquita ganas que tenía de verla me las has quitao. :P
ResponderEliminar¿Qué se ha fumao el director del casting? Si Hopkins no se parece elige a otro actor aunque no sea conocido pero no me lo metas con calzador jomío! Y Helen Mirren... patético tb. Yo no sé el Sacha Baron Coen Ricky Gervasi de onde ha salío!!
jean claude lancaster janfri wayne
ResponderEliminarsacha gervasi janfri wayne....
jajaja
ResponderEliminarPues si...no creo que sea responsabilidad de los actores, que lo dan todo, la verdad. Y ella no canta tanto, también porque su personaje no es tan conocido, pero Hitchcock no es Hitchcock por más que Hopkins se esfuerce. Yo al menos no pude quitármelo de la cabeza.
Habrá quien lo perdone y habrá quien se coja un cabreo de narices.
Errol, Mitchum, Janfri, Wayneeee!! :)
Una buena historia, bien contada, con un Hitchcock amable que muestra ante la pantalla todas sus neuras y debilidades de la mano de Alma, su comprensiva esposa. Buenas interpretaciones para una película que hace pasar un buen rato. Un saludo!
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