martes, 31 de julio de 2012

Persépolis

No todo el mundo tiene una historia interesante que contar. La de Marjane Satrapi no es en sí misma más significativa que la de muchos, es decir, lo que a ella le sucedió le ha ocurrido y le ocurre a millones de personas en este mundo lleno de miserias, pero sí que sirve a modo de denuncia y por ello es digna de ser contada.

Marjane se crió en el seno de una familia acomodada de Irán. En 1979, el régimen dictatorial y represivo del sha Reza Pahlevi fue derrocado por una revolución que consiguió unir a islamistas, demócratas y comunistas, pero los primeros lograron hacerse con el control de la misma mediante más represión, despojándola de cualquier vestigio democrático y laico. La etapa más triste de Irán es contada a través de los ojos de la niña Marjane, vemos como durante su crecimiento se van sucediendo estos acontecimientos históricos que directamente afectan a ella y a su familia: el sufrimiento de sus padres, al tener que enviar a su hija fuera de un país que prohíbe a su población de los derechos y libertades más primarios, su tío Anoush, un hombre idealista, con grandes convicciones morales y convertido en prisionero político, su abuela, la verdadera guía de Marjane en su camino vital, con enseñanzas tan contundentes e inteligentes como la siguiente: "En la vida te encontrarás a muchos gilipollas, si te hacen daño piensa que es su estupidez lo que les impulsa a hacerte daño, así no responderás a su maldad, porque no hay nada peor en el mundo que la amargura y la venganza. Se siempre digna e íntegra contigo misma". 

Marjane Satrapi es una mosca cojonera que no deja títere con cabeza, su película es una crítica incómoda y nada velada contra el islamismo radical de Irán y la indolencia e hipocresía de la cultura occidental. La primera es reflejada a través de la policía iraní que oprime a su pueblo respaldada por una interpretación arbitraria de la sharia. La segunda la vemos principalmente en las amistades del Liceo francés de Viena de Marjane, no por la paz y el hedonismo que inundan sus vidas, sino por atreverse a dar lecciones morales a alguien que conoce el sufrimiento de una guerra. Es, en definitiva, una película de animación que tiene todos los alicientes que se le exige al cine de animación más adulto, que habla de libertad y de derechos, de lo doloroso y difícil que es conseguirlos, de lo fácil que resulta perderlos y también de lo poco que los valoramos y luchamos por ellos.

sábado, 28 de julio de 2012

Bandas Sonoras: Conan el Bárbaro

El director John Milius, encargó al compositor griego Basil Poledouris la partitura para Conan el Bárbaro (1982), un acierto incuestionable, ya que concibió una de las obras musicales más bellas y épicas del cine que recuerdo. Sería desmesurado decir que es la mejor banda sonora para una película de aventuras, pero no me cabe ninguna duda de que se encuentra entre las mejores, aunque bien es cierto que la película, que me gusta, no está ni mucho menos a la altura de la banda sonora.

Milius le concedió a Poledouris plena libertad para componer previamente y sin necesidad de tener las escenas de la película. La única premisa era que fuera una música de corte clásico y orquestal con pinceladas que evocaran a Stravinski, Wagner y Prokofiev, totalmente opuesta a las intenciones del productor Dino de Laurentiis, más orientadas a un estilo kitsch, un pop eléctronico cargado de sintetizadores y que, por suerte, no consiguió convencer a Milius. De esta manera, director y compositor articulaban la partitura con las escenas una vez estaban rodadas, y daban los retoques necesarios a la música para que se ajustara a su gusto.

Aunque el conjunto sea más que notable, siempre hay alguna canción por la que se siente especial predilección. En concreto destacaría Prologue/Anvil of Crom, quizás el más conocido, un tema capaz de conjugar oscuridad con la cavernosa voz en off, brutalidad al irrumpir la percusión y lirismo y belleza al son de los violines. Otra pieza importante, Theology/Civilization, utilizada con frecuencia en anuncios para la televisión, es seguramente una de las más espirituales y emotivas de la banda sonora. El tema se incorpora cuando Conan y su amigo Subotai discuten sobre Crom y los Cuatro Vientos, sus dioses, y se desarrolla junto a unas escenas en las que ambos corren por unos paisajes que, gracias a la música, se convierten en pura magia. El tema Riddle of Steel/Riders of Doom, posiblemente el más completo en cuanto a su riqueza instrumentística y la gravedad de sus coros, suena cuando el padre del pequeño Conan, en lo alto de una montaña, le explica cuál es el secreto del acero, y continúa cuando Thulsa Doom y sus guerreros arrasan  la aldea cimmeria de Conan.

El siguiente listado completa esta excelente bso, y el resto de temas están a la altura de los que he querido  resaltar, pero por llevar una coherencia en el espacio que suelo usar para escribir, no las he desarrollado.

  1. "Prologue/Anvil of Crom" - 3:39
  2. "Riddle of Steel" / "Riders of Doom" - 5:38
  3. "Gift of Fury" - 3:50
  4. "Column of Sadness / Wheel of Pain" - 4:09
  5. "Atlantean Sword" 3:51
  6. "Theology" / "Civilization" - 3:14
  7. "Wifeing (Love Theme)" - 2:10
  8. "The Search" - 3:09
  9. "The Orgy" - 4:14
  10. "Funeral Pyre" - 4:29
  11. "Battle of the Mounds (Part 1)" - 4:53
  12. "Orphans of Doom" / "The Awakening" -5:32

domingo, 22 de julio de 2012

John Huston

Pocos directores, a bote pronto sólo se me ocurriría Sidney Lumet, han debutado con una película de la categoría de El Halcón Maltes (1941), iniciando así una carrera tan brillante como irregular, frenada temporalmente durante los años de la II Guerra Mundial y que se extendió a lo largo de más de cuarenta años con casi cincuenta títulos, sin contar sus innumerables intervenciones como intérprete. La película supuso la tercera adaptación de la novela homónima de Dashiell Hammett y contó con Humphrey Bogart en el papel del detective Sam Spade. El Halcón Maltés inauguró una estrecha colaboración entre ambos que se materializó en cinco películas, y pronto se convirtió en uno de los iconos del cine negro, siendo considerada como una de las pioneras del género, casi nada para una opera prima.

La Jungla de Asfalto (1950) fue otra de sus películas que evidenció la maestría de Huston detrás de la cámara y su soltura dentro de un género que ya había dejado atrás su etapa de plenitud. Sólo la pericia de un director de su talla pudo exprimir al máximo la novela W.R. Burnett y lanzarla a la categoría de obra maestra, una película que podría ser la definitiva del género, aunque posteriormente se hicieran más y muy buenas, del mismo modo que El Hombre que Mató a Liberty Valance (1962, John Ford) supuso el broche final para el western.

También significó un punto de inflexión en su filmografía Vidas Rebeldes (1961), una historia cargada de nostalgia en la que cuatro almas solitarias buscan y ansían aquello que de sentido a su amarga existencia. El hecho de que fuera el último trabajo de Clark Gable y Marilyn Monroe y que tuvieran en común una vida marcada por el tormento y la tragedia dio a la película una dimensión que, a día de hoy, hace que esa melancolía que transmite en cada fotograma se mantenga todavía latente.

No obstante, Huston fue de esos directores a los que le gustaba tocar todo tipo de género y, además, casi siempre con éxito. Uno de ellos fue el de aventuras, cuya película más importante sería, sin duda, El Hombre que Pudo Reinar (1975), en la que reunió a Sean Connery, Michael Caine y Christopher Plummer para protagonizar una historia escrita por Rudyard Kipling, la odisea vivida por dos farsantes en el antiguo reino de Kafiristán, una película que recoge como ninguna el alma aventurera y viajera atesorada en los textos del escritor británico.

Este podría ser perfectamente el último gran título de Huston, representativo de una inspiración exclusiva de los más grandes directores, a pesar de intercalar en ocasiones otros  films de menor entidad, como Evasión o Victoria (1981) , La Biblia (1966) o Los que No Perdonan (1960).


Otros títulos destacables de su filmografía:

El Tesoro de Sierra Madre (1948)
Cayo Largo (1948)
La Reina de África (1951)
Moby Dick (1956)
Freud, Pasión Secreta (1962)
La Noche de la Iguana (1964)
Reflejos en un Ojo Dorado (1967)
El Juez de la Horca (1972)
El Honor de los Prizzi (1985)
Dublineses (1987)

Con K. Hepburn y H. Bogart en el rodaje de La Reina de África

De izq. a dcha. Huston, Roberto Rosellini y Peter Lorre, 1954

Con su hija, la actriz Angélica Huston, 1977

José Ferrer, John Huston  y Gregory Peck en el set de Moby Dick

Paul Newman y John Huston en El Juez de la Horca

Dennis Hopper, John Ford y John Huston, 1971

John Huston y Marlon Brando en Reflejos de un Ojo Dorado

viernes, 20 de julio de 2012

La Gran Evasión

En 1960 John Sturges rodó Los Siete Magníficos, adaptando con las más grandes estrellas de Hollywood Los Siete Samuráis (1954), el clásico de Akira Kurosawa. Poseía, para lo bueno y lo malo, un ritmo y un estilo definitorio del cine más comercial del momento, y pertenecía al género americano por excelencia, el western. Tres años después, quiso repetir la misma fórmula que tan buenos frutos le dio, juntando a varios de los actores que participaron en Los Siete Magníficos, Steve McQueen, Charles Bronson y James Coburn, pero esta vez trasladando la acción a la Alemania nazi en plena II Guerra Mundial. Las pretensiones de Sturges, como puede intuirse en el título, fueron las de hacer una película grande, quizás la definitiva, del género bélico en su vertiente menos comprometida y más orientada a la acción y al entretenimiento puro y duro.

En ese sentido, podemos ver como las dos primeras horas del film son la parte más floja del metraje, con multitud de concesiones plasmadas en un campo de concentración en el que el trato a los prisioneros resulta de lo más inverosímil y ajeno a la realidad, pareciendo más bien un campamento de scouts donde los alemanes alojan al enemigo con la mayor de las atenciones y cuidados, en vez de castigar cualquier tentativa de fuga de la forma más severa posible, como seguramente debió corresponder.

Sin embargo, es en los tres últimos cuartos de hora, los de la fuga propiamente dicha, cuando Sturges se toma la película más en serio, pasando a un ritmo mucho más trepidante con el que la historia va tomando cuerpo y sentido. Precisamente, gracias a ello la película deja un buen sabor de boca, pudiéndose disfrutar del resto de virtudes, como un reparto que, ahora sí, parece aprovechado. De esta manera, personajes como el de Steve McQueen, con su fuga en moto o en la celda con el guante y la pelota de béisbol, Richard Attenborough huyendo a pie de los alemanes o James Coburn tomando café en una terraza de la Francia ocupada, pasarían a formar parte de los mitos de la historia del cine.






lunes, 16 de julio de 2012

Pete Postlethwaite

Postlethwaite murió hace ya casi dos años. Tuve la tentación de escribir una entrada sobre su carrera en ese momento pero decidí dejarla para otra ocasión, porque el objetivo del blog no es el de convertirse en un obituario, ni tampoco me gusta esa costumbre de ensalzar los méritos de la gente cuando se muere, como si no los mereciera en vida, o tal vez  no, y es que realmente somos así y nos ponemos muy dignos y tendemos a mitificar la figura de cualquiera. 

La primera película en la que Postlethwaite llamó la atención fue en En el nombre del padre (1993, Jim Sheridan), con una  interpretación entrañable de Giuseppe Conlon, el padre de Gerry (Daniel Day-Lewis), un hombre íntegro y formado, respetado por todos los reclusos, y que intenta llevar por el buen camino a su díscolo hijo. 

Aunque tenía una carrera bien asentada en el panorama británico, la película le abrió las puertas a papeles de mayor relevancia en un mercado americano en el que había hecho acto de presencia de manera esporádica. De este modo, se hizo con el personaje de Kobayashi, personaje de especial importancia en la película Sospechosos Habituales (Bryan Singer, 1995)

Poco después, Steven Spielberg se fijó en sus rasgos curtidos y pose de villano para interpretar en El Mundo Perdido (1997) a Ronald Tembo, un experto cazador cuyo objetivo es acabar con el tiranosaurio que campa a sus anchas en la isla de Sorna. Volvió a repetir a las órdenes de Spielberg ese mismo año con una película completamente diferente, Amistad, la historia de unos esclavos negros que se amotinan del barco en el que eran transportado hacia los Estados Unidos y donde son juzgados. Precisamente fue Postlethwaite quien interpretó a William S. Holabird, el fiscal encargado de defender los intereses del gobierno estadounidense durante la causa.

Una de sus últimas intervenciones fue en Furia de Titanes (Louis Leterrier, 2010), donde dio vida a Dictis, un humilde pescador que encuentra el ataúd a la deriva que guarda al bebé Perseo, por lo que decide recogerlo convirtiéndose así en el padre adpotivo del héroe griego. De este modo concluyó la carrera de este actor británico que, según Spielberg, era "el mejor actor del mundo". Sin duda era un gran actor pero, volviendo a lo que comentaba al inicio de la entrada, Spielberg lo dijo a toro pasado, una vez había muerto, y no vi que dijera lo mismo antes de morir. Además, resultaría grotesco decirlo después de haber dirigido a gente como Robert Shaw, Liam Neeson, Anthony Hopkins o Sean Connery que, con todos los respetos para el bueno de Postlethwaite, son de otro planeta.

Filmografía seleccionada:

Con Sofía Loren en Venecia, 2002.



Con Daniel Day Lewis en En el nombre del Padre

Con Richard Attenborough en 2007
Interpretando a El Rey Lear en 2008

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